Río Eresma, a su paso por los Montes de Valsaín, en el entorno del
futuro Parque Nacional de las Cumbres de la Sierra de Guadarrama.
Pinar en los Montes de Valsaín, en el entorno del futuro parque nacional
de las Cumbres de la Sierra de Guadarrama. Foto: Raúl Casado/EFE
Detalle de un tronco de pino y roca cubierta de musgo en la sierra de Guadarrama. Foto: Raúl Casado/EFE
Vista panorámica desde las cumbres de la Sierra de Guadarrama. Foto: Raúl Casado/EFE.
Vista panorámica desde las cumbres de la Sierra de Guadarrama. Foto: Raúl Casado/EFE
Senda natural en la Sierra de Guadarrama. Raúl Casado/EFE
El próximo Parque Nacional ocupará una superficie de 33.664
hectáreas, repartidas en dos comunidades autónomas, 21.740 en Madrid y
11.924 en Castilla y León, y será por lo tanto el segundo de estos
espacios compartido por más de una comunidad, después del de Picos de
Europa, que se extiende por Asturias, Cantabria y Castilla y León.
Aunque
los trámites administrativos comenzaron oficialmente en 2001, los
esfuerzos para reconocer el valor paisajístico y ambiental de la Sierra
de Guadarrama comenzaron hace más de un siglo, transcurrido el cual una
ley va a decretar la belleza de sus paisajes, la representatividad de
sus ecosistemas y la singularidad de su flora y de su fauna.
Abedules,
acebos, avellanos, narcisos, robles, rosales silvestres, sauces, y
sobre todo pinos, millones de pinos, cubren el futuro Parque Nacional,
un espacio en el que están además presentes el 40 por ciento de las
especies de anfibios y reptiles de España, el 39 por ciento de las aves y
casi el 50 por ciento de los mamíferos.
Y entre esa fauna,
destaca la presencia en Guadarrama de especies emblemáticas como el
águila imperial o la cigüeña negra -ambas en peligro de extinción- ,
pero también de la nutria, del corzo, la cabra montés, la rana
patilarga, el sapo portero, el tritón jaspeado o las musarañas, que
quizás fueran las que inspiraron las citas a este espacio que hizo en el
siglo XIV el Arcipestre de Hita en el "Libro de Buen Amor".
Un espacio condicionado por la presencia humana
A
diferencia y hasta en contraste con otros parques nacionales, donde la
ordenación del territorio ha avanzado condicionada por las propias
restricciones que impone la protección de un espacio con un importante
valor natural, la histórica presencia humana ha condicionado la actual
configuración de la Sierra de Guadarrama. Asentamientos humanos,
carreteras, tendidos, infraestructuras turísticas o de
telecomunicaciones forman ya parte del paisaje del futuro Parque
Nacional de las Cumbres del Guadarrama o de la zona periférica de
protección que lo va a rodear, que incluye hasta pistas de esquí
(Navacerrada o Valdesquí) que quedarán "encapsuladas" en este entorno.
Las
más de 33.000 hectáreas que integran el futuro Parque Nacional lo
convierten en el quinto más extenso de España -superado sólo por los de
Sierra Nevada, Picos de Europa, Doñana y Cabañeros-, una vasta
superficie que incluirá además una gran parte de los montes de Valsaín
(Segovia), un entorno que es desde hace varios años propiedad del
Organismo Autónomo Parques Nacionales y que se ha convertido en un
referente de la explotación forestal compatible con los usos
tradicionales del suelo y con la conservación y la mejora de la flora y
de la fauna que los habitan.
El decimoquinto parque nacional
incluirá además los Sitios Naturales de Interés Nacional de la Cumbre,
el Circo y las Lagunas de Peñalara y de La Pedriza del Manzanares, áreas
singulares y populares como la cumbre de los Siete Picos, y en sus
inmediaciones o a pocos kilómetros se encuentran lugares de interés
histórico y cultural como el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso,
el Monasterio de Santa María de El Paular o el Castillo de los Mendoza
(Manzanares el Real), una de las fortalezas medievales mejor conservada
de España.
Y tras el reconocimiento de las Cumbres de Guadarrama,
¿hasta dónde puede llegar la red de Parques Nacionales?; el debate
nunca se ha cerrado, y los expertos calculan que cinco espacios más
(hasta 20) cerrarían la tarjeta de presentación del mejor patrimonio
natural español. Candidatos no faltan (los Monegros en Aragon; las
Villuercas en Extremadura; el Delta del Ebro en Cataluña; el espacio
marino comprendido entre Ibiza y Formentera; o Sierra Espuña en Murcia),
pero lo cierto es que los movimientos más sólidos de los últimos años
se han orientado a conseguir ampliar alguno de los parques ya existentes
más que a lograr una nueva declaración. EFEverde
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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