Zaragoza, 20 may (EFEverde).- Un grupo de
científicos ha desarrollado en Zaragoza un sistema "revolucionario",
similar a las funciones de oxigenación que realiza a sangre, que abarata
en una cuarta parte los elevados costes de la reducción de las
emisiones de CO2 a la atmósfera.
Se trata de un proceso de combustión con transportadores que
quema el combustible con un óxido metálico con unas características
especiales, que provoca que el CO2 quede apartado en la combustión y,
por lo tanto, no haya que separarlo después, que es lo que eleva los
costes.
"Este óxido metálico pierde el oxígeno, lo enviamos a otro
reactor donde se regenera, vuelve a coger oxígeno, y se lo vuelve a dar
al combustible. Es un proceso parecido a la sangre, la sangre se usa en
el cuerpo para quemar y esa sangre va a los pulmones y se regenera",
explica a Efe Juan Adánez, uno de los investigadores.
En este
sistema ocurre lo mismo, ya que una vez regenerado vuelve a quemar, un
proceso "muy revolucionario" que reduce el coste de la captura, que al
final es lo que "empuja a poner en marcha estas tecnologías".
"Esto
lo hace mucho más barato. Para que algo se ponga en marcha tiene que
ser de bajo coste, que no te suba excesivamente el precio de la
producción de la electricidad, porque si no es así no se hace", precisa.
El
proyecto ha sido desarrollado en el Instituto de Carboquímica del
Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ubicado en la
capital aragonesa, en colaboración con universidades europeas,
fabricantes de calderas y grandes empresas petroleras del mundo.
El
reto tecnológico necesario para controlar el cambio climático requiere
reducir las emisiones de CO2 a un nivel muy superior al que se está
llevando a cabo ahora.
Para ello es imprescindible utilizar
"procesos más avanzados" a los utilizados actualmente, indica Adánez,
investigador perteneciente al Instituto de Carboquímica.
"Ahora
mismo se trabaja para ahorrar energía, mejorar la eficacia del
aprovechamiento, cambiar los combustibles o usar renovables. Éstas son
interesantes, pero con ellas difícilmente vamos a obtener toda la
energía que necesitamos", ha apuntado.
De hecho, expertos prevén
que la demanda mundial de energía, contando también las renovables,
aumentará un 50 por ciento en los próximos 25 años, y con ello las
emisiones de CO2 a la atmósfera, ha señalado.
Uno de los sistemas
que se ha desarrollado en algunos países como Noruega, Argelia, Canadá o
Estados Unidos, ha indicado, consiste en capturar el CO2 y almacenarlo
en formaciones geológicas, situadas a gran profundidad, donde se
mantienen durante años.
De esta forma, se consigue evitar que las
emisiones suban a la atmósfera y provoquen el calentamiento global, pero
su elevado coste impide que se instale de forma generalizada en los
diferentes países.
Este inconveniente es el que ha impulsado al
Instituto de Carboquímica del CSIC y a sus colaboradores a desarrollar
un proyecto conjunto que tiene ya doce años de vigencia.
El plan
de comercialización de este sistema, a pequeña y media escala, está
previsto para el año 2020, en países como Suecia, España, Alemania,
Holanda y Reino Unido donde las petroleras están "muy interesadas" en el
proyecto.
En los últimos cuarenta años, las emisiones de CO2 a la
atmósfera han pasado de 14 a 29 gigatoneladas al año, es decir el
doble, una tendencia al alza que si no se frena con sistemas más
avanzados acelerará el calentamiento global.
En este sentido,
Adánez ha destacado que, para controlar el cambio climático, es
necesario lograr que la temperatura media de la tierra no suba más de
dos grados, para lo que habrá que reducir a la mitad las actuales
emisiones de CO2 para el año 2050. EFE
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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